viernes, 13 de abril de 2012
Secuencian el Genoma de Ötzi "El Hombre de los Hielos"
Un equipo de científicos ha logrado secuenciar el genoma completo de Ötzi, el 'Hombre de los hielos', un individuo de hace 5.300 años cuyo cuerpo se halló congelado en los alpes italianos en 1991.
La investigación, publicada por la revista 'Nature Communications', ha revelado que tenía los ojos marrones, su grupo sanguíneo era O, era intolerante a la lactosay tenía una predisposición genética a padecer enfermedades cardiovasculares.
Además, el análisis de su ADN también ha comprobado que estaba más emparentado con los habitantes actuales de Córcega y Cerdeña que con las poblaciones de los Alpes, donde se descubrió su cadaver.
En 2008, se logró secuenciar el ADN mitocondrial de Ötzi(que sólo se transmite por vía materna), pero ahora la nueva secuenciación del genoma nuclear ha desvelado con mucho más detalle cómo era este mítico personaje.
Albert Zink, del Instituto Eurac en Bolzano (Italia), que encabezó la investigación, ha explicado que el análisis del ADN nuclear representaun gran avance para conocer a fondo una de las momias naturales más estudiadas por la comunidad científica.
"Hemos estado estudiando al Hombre de los hielos durante 20 años. Sabemos muchas cosas sobre él -dónde vivió, cómo murió-, pero muy poco sobre su genética", afirma Zink, en declaraciones a la BBC.
El análisis de su ADN sugiere que sus antepasados probablemente emigraron de Oriente Próximo, en una época en la que la agricultura se estaba expandiendo. Los científicos creen que este periodo de transición a una sociedad agraria podría explicar su intolerancia a la lactosa.
"Lo que estamos descubriendo es muy emocionante, pero es sólo el principio de un estudio mucho más exhaustivo. Creemos que podremos aprender mucho más de los datos que hemos recopilado, no hemos hecho más que empezar", asegura Zink.
Ötzi fue descubierto por dos turistas alemanes en 1991 en los Alpes italianos, a pocos metros de la frontera con Austria. Los científicos determinaron desde un primer momento que había sido el frío perenne en esa zona el factor que hizo posible la conservación de todos los tejidos finos de su organismo e incluso de sus órganos internos.
Estaba totalmente vestido, con capa y zapatos de cuero impermeables, y tenía su equipo muy a mano: un hacha de cobre, un cuchillo de pedernal, un aljaba llena de flechas, puntas de pedernal, un arco, un hongo de yesca para hacer fuego y setas que debía utilizar en caso de enfermedad.
Su cuerpo, momificado por las bajas temperaturas de la alta montaña desde hace entre 5.300 y 5.100 años, ha sido escudriñado desde entonces por los investigadores para saber, no sólo cómo murió, sino cómo era su vida.
Se sabe, por ejemplo, que debía medir 1,59 metros, pesaba unos 50 kilos y tenía 46 años cuando murió tras recibir un flechazo en el hombro izquierdo, posiblemente en el transcurso de una batalla. También se ha comprobado que falleció desangrándose lentamente, pero no sin antes herir a algunos de sus atacantes con sus propias flechas, pues algunas de ellas se encontraron a su lado manchadas de sangre ajena.
miércoles, 18 de enero de 2012
La vía Augusta
La grandeza del Imperio
romano se hacía patente en sus obras públicas, y especialmente en su red de
calzadas. La más importante de Hispania fue la vía Augusta, que iba desde los
Pirineos a Cádiz.
Legionarios, comerciantes, funcionarios o simples
lugareños recorrían a diario las calzadas que articulaban la Hispania romana,
entre ellas la gran ruta que unía los Pirineos con Córdoba y Cádiz. La
civilización romana abrió caminos donde antes no los había o renovó los
existentes, como la vía Heraclea, un antiguo camino íbero que recorrió Aníbal
en su avance hacia la invasión de Italia. En el siglo II a.C. los romanos
hicieron un primer arreglo de la vía Heraclea para su posterior utilización
como ruta militar.
Las vías romanas simbolizaban el triunfo del hombre
que domina a la naturaleza salvaje y lleva el orden y la civilización hasta el
último confín. Por eso se adornaban con arcos triunfales y se tendían puentes
que salvaban los ríos uniendo las orillas antes irremediablemente separadas.
Para un romano estas obras de ingeniería eran superiores a las pirámides de
Egipto o a las bellas obras de los griegos, hermosas pero inútiles. Su logro
era comparable a las hazañas militares, hasta el punto de que la calzada
llevaba el nombre de su impulsor, como Apio Claudio, que vio inmortalizado su
nombre en la vía Apia, la más importante de las vías romanas, que unía Roma con
el sur de Italia. O la vía Augusta en la península Ibérica, que tomó su nombre
del emperador Augusto. A la entrada de las grandes ciudades las vías adquirían
un aspecto monumental; su anchura aumentaba hasta superar los diez metros, y
contaban con amplias aceras para los peatones y un enlosado regular.
La crisis
del siglo III d.C. y el periodo de la anarquía militar (235-283) hicieron que
se abandonaran los trabajos de conservación de las calzadas. Ello no impidió
que en el año 264 los pueblos bárbaros utilizaran la vía Augusta para penetrar
en la península Ibérica, hasta caer sobre Barcelona y Tarragona. A partir de
409 se sucedieron las invasiones y saqueos que utilizaron las vías romanas.
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