domingo, 15 de enero de 2012

Trafalgar , la última victoria de Nelson


El 21 de octubre de 1805, el almirante inglés Nelson, herido por una bala, murió sabiendo que había derrotado a una gran flota franco-española, en la que fue una de las mayores batallas navales de la historia.
Al mediodía del 21 de octubre de 1805, las aguas próximas al cabo de Trafalgar fueron escenario de la mayor, más dura y más decisiva batalla naval librada durante las Guerras Napoleónicas. A finales de octubre de 1805, a lo largo de cien kilómetros de costa gaditana, el mar arrojaba sobre las playas los vestigios de un formidable combate naval. Aparejos, maderas y hombres aparecían ante los ojos horrorizados de las numerosas personas que acudieron a socorrer a los náufragos sin distinción de banderas: el resentimiento se desvaneció ante la magnitud de un desastre que había causado más de cinco mil muertos y cuatro mil heridos.  

El escenario de este dramático episodio fue una extensión de mar situada frente al cabo de Trafalgar que, desde entonces, entraría en la historia. El origen de la batalla de Trafalgar se remonta a mayo de 1803, cuando los británicos, contrariados con Napoleón y su voluntad de dominar toda Europa, reanudaron las hostilidades contra Francia pese a la paz que tan sólo un año antes habían firmado. En ese momento estaba por ver cuál sería la posición de España, que poseía la tercera del mundo, después de la británica y la francesa. Napoleón reclamó su colaboración, pero el gobierno español -en manos entonces de Godoy, favorito del rey Carlos IV y su esposa María Luisa- salvó el primer envite acordando el pago de un subsidio para el sostenimiento de las fuerzas francesas. De esta forma se evitaba entrar en una guerra que se preveía mucho más costosa. Sin embargo, la neutralidad española quedaba comprometida, y así lo entendió el gobierno británico, que dio instrucciones a sus barcos de registrar cualquier buque español que encontraran, lo que provocó numerosos incidentes. Los ataques ingleses a naves españolas fueron en aumento a lo largo de 1804 hasta que, el 5 de octubre, varias fragatas británicas atacaron un convoy proveniente de América y hundieron un barco con pasajeros civiles. Ésta fue la gota que colmó el vaso: España declaró la guerra a Gran Bretaña el 12 de diciembre de 1804 y firmó un tratado de alianza con Francia el 4 de enero del año siguiente. Napoleón, que acababa de proclamarse emperador, estaba decidido a dar el golpe de gracia a la constante intromisión británica en sus planes de dominio continental: decidió reunir en el campo de Bolougne un ejército de 200.000 hombres para intentar un desembarco en Inglaterra. La entrada en guerra de España, que se comprometía a poner a disposición de Francia una treintena de navíos de línea (los poderosos buques de guerra de la época), hacía factible la operación. Pero antes era necesario urdir un plan para distraer a la flota británica del canal de la Mancha y lograr por unos días el control de la zona. Sin embargo, el plan era demasiado complejo, y la descoordinación de las distintas escuadras dio al traste con la operación. Sólo el almirante francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve consiguió salir de Tolón evitando la escuadra del famoso almirante británico Horatio Nelson, que vigilaba el Mediterráneo.
 
El 22 de julio se libraba el combate de Finisterre que, pese a la superioridad numérica franco-española, quedó en tablas por la indecisión de Villeneuve. Éste se aprestó a incumplir las instrucciones de Napoleón y se dirigió a la bahía de Cádiz, entonces bloqueada por una escuadra británica, capitaneada por Nelson. La madrugada del 21 de octubre, ambas flotas se avistaron, aunque los débiles vientos ralentizaban cualquier maniobra. Nelson había dispuesto sus 27 navíos en dos columnas, una bajo su mando y encabezada por su buque insignia Victory, y otra al mando del vicealmirante Cuthbert Collingwood, instalado en el Royal Sovereign. La columna de Collingwood se interpuso entre la retaguardia y el centro de la línea franco-española, al tiempo que la encabezada por Nelson, un poco más retrasada, marchaba directa a incrustarse en el centro aliado, donde se hallaban el Bucentaure y el Santísima Trinidad

La flota franco-española perdió veintitrés de sus treinta y tres navíos; los ingleses no perdieron ninguno y capturaron ocho. En Londres, la victoria quedó ensombrecida por la muerte de Nelson, un héroe nacional.

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