domingo, 4 de diciembre de 2011

Granadilla, el abandono de una villa histórica


La primera villa de Granada no era una ciudad andaluza, era cacereña. Aunque cedió el nombre a la actual y fue rebautizada como Granadilla. Y como la Granada de hoy, la pequeña también ha vivido tiempos de luces y sombras, de esplendor y decadencia… pero con un final feliz

Hay lugares en España que tienen una historia sorprendente de verdad. Uno de ellos se encuentra al norte de la provincia de Cáceres. Se trata de una pequeña población que pasó del esplendor medieval, cuando se llamaba Granada, al abandono total, ya en nuestro siglo, ya con el nombre de Granadilla, para volver a renacer de una forma muy especial.

Aparece Granadilla ante nosotros rodeada por una maravillosa muralla almohade en la que se abren dos puertas, la de la Villa y la de Coria. Junto a la primera, un olmo centenario nos da la bienvenida. Fue plantado allí para señalar el punto de encuentro o de descanso para los vecinos –algo que ocurre en muchos pueblos de España–. Y ese árbol se ha convertido en un símbolo del pueblo, pues una foto que se conserva en el Museo Etnográfico de Granadilla le hizo popular. En la instantánea aparece el rey Alfonso XIII sentado bajo él, reponiendo fuerzas, durante su viaje por tierras extremeñas para conocer Las Hurdes.

Hoy, ese olmo saluda y cobija a los cientos de escolares que cada año vienen a trabajar a Granadilla y a los miles de turistas que se acercan a descubrir este pueblo deshabitado de imagen imponente.

Sitúa la historia el origen de Granadilla en el siglo IX, levantada en una estratégico enclave, siendo paso obligado entre la antigua Vía de la Plata y la comarca de Las Hurdes. Fueron los árabes, sus constructores y fundadores, los que le pusieron por nombre Granada, pues la estructura urbana tenía la forma de esa fruta. Sí, esta es la Granada genuina pues así se llamó hasta que los Reyes Católicos conquistaron la ciudad andaluza. Entonces, sería rebautizada como Granadilla, en beneficio de la actual.

Cuando uno llega hasta la pequeña Granada, se extraña del señorial poderío que luce, herencia del esplendor que alcanzó la villa durante el reinado de Alfonso IX. En esa época, en 1310, llegó a tener voto en las Cortes de Castilla. Y en ese tiempo se aprobó el nuevo ordenamiento jurídico del reino y la jurisdicción que Granadilla ejercía sobre su Comunidad de Villa y Tierra. Fue durante siglos capital de un señorío que comprendía 18 municipios, desde la población cacereña de Aldeanueva del Camino hasta las salmantinas Sotoserrano y La Alberca, incluyendo algunos pueblos la comarca de Las Hurdes. De estos tiempos conserva sus firmes murallas y su castillo, mandado construir en 1473 por el primer gran duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo, para sustituir al musulmán.

Pero, desafortunadamente, la historia reciente de Granadilla pintó el lugar de gris.

Todo comenzó con el acuerdo del Consejo de Ministros, de 24 de junio de 1955, por el que el Estado decretó la expropiación del terreno inundable del término municipal de Granadilla para la construcción del embalse de Gabriel y Galán. En 1963, las aguas del embalse comenzaron a inundar las tierras de Granadilla. Para sus vecinos, el final estaba cerca. En 1964 los últimos habitantes no tuvieron más remedio que recoger los bártulos y comenzar una nueva vida en alguna de las poblaciones de alrededor. Granadilla quedó convertida en una península –rodeada de agua por todos los lados menos por uno–, en una península fantasma.

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