Se cree que, al término de sucesivas ampliaciones, el Circo Máximo acogía a más de doscientos mil espectadores. Todos ellos eran arrastrados por una de las grandes pasiones de los romanos: las carreras de carros.
Situado entre las colinas del Aventino y del Palatino, el Circo Máximo fue erigido hace más de dos mil años como representación del «pan y circo» romano. Levantado en la antigua Vallis Murcia, —salida natural de las aguas pluviales hacia el Tíber—, los espectáculos nacieron ante el altar dedicado a la divinidad agrícola del dios Consus, a la que se dedicaban juegos tras las cosechas. La forma de la valle resultaba perfecta para la celebración de carreras de caballos y de carros, pero para terminar de adecuarla se tuvieron que realizar obras de drenaje y allanamiento, instalando paralelamente las primeras graderías de madera (fori publici), que más tarde se cambiaron por la piedra caliza y posteriormente por mármol. Muchos eran los elementos a tener en cuenta durante su construcción desde el siglo III a.C.; poco a poco se fueron definiendo las distintas partes de su estructura, cada una conocida por un nombre determinado. Las carceres eran los compartimentos desde donde salían carros y jinetes; la Porta Pompae, la entrada de acceso al circo; en la spina —muro longitudinal de mampostería que dividía en dos la arena del circo— se levantaban estatuas, altares, templetes y los siete huevos de piedra que servían para contar las vueltas de las carreras. La spina tuvo un desarrollo complejo: en el año 33 a.C., se añadieron siete delfines de bronce y en los extremos se levantaron las metas, emblemas de forma ovoide que señalaban las líneas de partida y llegada de la arena. En uno de los extremos largos se situaba la torre en la que se aposentaban los jueces de la carrera y los organizadores de los juegos (editores spectaculorum). Durante el periodo de Julio César y Augusto se construyó la canalización de las aguas en un foso que separaba a los espectadores de la arena y que desembocaba en el río, y se erigió en la spina de un gran obelisco perteneciente a la época de Ramsés II. La cavea —las graderías— era el lugar reservado al público. Constaba de tres pisos, separados por pasillos y escaleras , a las que se accedía a través de las vomitoria —las puertas de entrada al graderío—. La grada se encontraba dividida por sectores. Cuanto más cerca de la pista, más alto era el grado social del público. En la grada inferior (ima cavea), la más cercana a la pista, se situaban los senadores, seguidos de los caballeros y el resto del pueblo. En un lugar destacado y apartado de la multitud, el palco imperial, llamado pulvinar. Los pisos superiores (media y summa cavea) eran de madera y, por tanto, fueron frecuentes los derrumbamientos dada la gran afluencia de público. En su interior la multitud se agitaba apasionadamente ante los grandes espectáculos que sustentaban el ocio del pueblo.
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