Enfrentado a la tiranía de los Pisistrátidas, Clístenes organizó desde el exilio una campaña que terminó con la liberación de Atenas, en el año 510 a.C. Luego impulsó una radical reforma política que hizo de su ciudad la patria de la democracia.
Corría el año 514 a.C., y en el transcurso de las fiestas Panateneas pereció asesinado Hiparco, uno de los hijos del tirano Pisístrato, a manos de dos jóvenes amantes, Harmodio y Aristogitón. El tiranicidio reflejaba el malestar de gran parte de los atenienses con los Pisistrátidas, y fue así como, cuando su régimen tiránico fue derrocado cuatro años después, Harmodio y Aristogitón fueron considerados mártires de la libertad de Atenas, los héroes que prepararon el camino para el establecimiento del sistema político que traería la gloria a la ciudad del Ática durante todo el siglo V a.C.: la democracia.
Sin embargo, la transformación política ya se venía gestando desde hacía décadas, en el marco de una serie de conflictos sociales que habían sacudido los fundamentos de la sociedad ateniense. Desde mediados del siglo VIII a.C., Atenas estuvo regida por un puñado de familias aristocráticas. Ellas eran las propietarias de las tierras, controlaban las instituciones de gobierno -los arcontes, que ejercían el poder ejecutivo y militar, y el tribunal del Aerópago- y componían la fuerza militar que defendía la ciudad. Por debajo se encontraba la población sometida: campesinos, artesanos, esclavos... Pero en los siglos VII y VI a.C. se multiplicaron las tensiones sociales a causa del nuevo poder que fueron adquiriendo los grupos de comerciantes urbanos y el resentimiento de muchos por la explotación que sufrían a manos de la clase terrateniente. La gran reforma política impulsada por Solón, elegido «legislador y mediador» de Atenas hacia 594 a.C., dio satisfacción a estas exigencias, estableciendo, entre otras cosas, una asamblea de ciudadanos (Ekklesía) abierta a las clases medias, aunque las familias aristocráticas seguían conservando sus privilegios en el Aerópago. Sin embargo, no por ello desaparecieron los conflictos, y unas décadas después Pisístrato, un aristócrata ateniense que había destacado en las guerras de Atenas contra Mégara, se impuso en las luchas internas que agitaban la ciudad y logró erigirse como tirano. Fue entonces también cuando entró en escena un personaje que sería decisivo en el triunfo definitivo de la democracia en Atenas: Clístenes, que pertenecía a la noble familia de los Alcmeónidas, una de las que habían regido tradicionalmente la política ateniense. Tras el asesinato de Hiparco por Harmodio y Aristogitón, Hipias redobló la represión, ordenando incluso el desarme de los ciudadanos.
Clistenes
Clístenes y su familia se alinearon entonces plenamente con el bando opuesto a la tiranía. Una primera expedición contra el tirano fracasó, por lo que los Alcmeónidas recurrieron al oráculo de Delfos, indispensable para triunfar en la política. Mientras seguían en el exilio decidieron apoyar financieramente la reconstrucción del santuario délfico, que se había incendiado en 548 a.C. A cambio, Clístenes obtuvo del oráculo un favor político precioso: que siempre que vinieran los espartanos a consultar el oráculo les diera por respuesta que la voluntad de los dioses era que libertasen a Atenas. Tras la expulsión de la tiranía quedaron dos partidos en Atenas: Clístenes, que buscaba el apoyo de la plebe, e Iságoras, partidario del poder de la aristocracia, que reclamaba la intervención de Esparta mediante el recurso a la tradición religiosa. Los espartanos organizaron una dura represión del partido de Clístenes en Atenas, y mandaron al exilio a las setecientas familias que Iságoras les había indicado. Pero la oligarquía, encarnada por Iságoras y apoyada por los tradicionalistas espartanos, hubo de ceder finalmente ante la rebelión del pueblo que votó, al fin, las reformas de Clístenes. De este modo, entre los años 507 y 501 a.C., Clístenes puso en marcha una profunda reforma del Estado ateniense.
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