En once cuevas de Qumrán, un valle del desierto de Judea, se hallaron, entre 1946 y 1956, miles de fragmentos de manuscritos que pertenecían a los esenios, una secta apocalíptica judía del siglo II a.C.
Entre 1946 y 1956 se encontraron en once cuevas de Qumrán, junto al mar Muerto, decenas de antiguos textos manuscritos que formaban la biblioteca de los esenios, una secta apocalíptica judía del siglo II a.C. Hacia el año 796 d.C., el obispo de Seleucia (una antigua ciudad de la ribera occidental del río Tigris, en el actual Irak) mencionaba el hallazgo de ciertos escritos, diez años antes, en una cueva cercana a Jericó, en las proximidades del mar Muerto. Pero, aunque a esta noticia se suman otras parecidas de autores judíos y musulmanes medievales, han sido necesarios casi dos mil años para que los manuscritos del mar Muerto vean nuevamente la luz. Destacan entre ellos los 600 manuscritos identificados a partir de varias decenas de miles de fragmentos de pergamino escritos en hebreo y arameo, encontrados en once cuevas entre 1946 y 1956. Estas cavidades estaban situadas en las inmediaciones de Khirbet Qumrán, las «ruinas de Qumrán», un yacimiento arqueológico al sur de Jericó, en la orilla occidental del mar Muerto, en pleno desierto de Judea. Su hallazgo, calificado como el mayor descubrimiento documental de los tiempos modernos, causó gran conmoción entre los estudiosos del judaísmo antiguo. La razón es fácil de entender: se trataba en su mayoría de textos desconocidos hasta entonces, compuestos entre mediados del siglo III a.C. y mediados del siglo I d.C., que prometían arrojar nueva luz sobre el judaísmo del período grecorromano, del cual surgieron el cristianismo y la religión judía como la conocemos. Pero, ¿de qué clase de textos estamos hablando? ¿Y quiénes los escribieron? En el invierno de 1946-1947, tres pastores beduinos descubrieron los siete primeros manuscritos en la llamada Cueva 1 de Qumrán. Los escritos anunciaban lo que, a través de nuevos hallazgos, se reveló como una extraordinaria biblioteca, integrada por obras que reflejaban las ideas de una secta o comunidad cuyos miembros pensaban que la historia obedece a un plan predeterminado por Dios.Según ellos, Dios había dividido a la humanidad en dos grupos enfrentados entre sí: los «Hijos de la Luz» o «seguidores de la Ley» y los «Hijos de las Tinieblas». La lucha entre unos y otros, liderada por dos arcángeles, concluiría con la victoria de los «Hijos de la Luz», anunciada por la llegada de dos Mesías. Uno de ellos es de signo celestial, mientras que el otro tiene carácter sacerdotal, lo que sugiere que una parte de los integrantes de dicha secta procedía de un linaje sacerdotal. Sus miembros creían que el fin de los tiempos era inminente y que, entre tanto, debían dedicar su vida a cumplir escrupulosamente los preceptos de la Ley comunicada por Dios a Moisés en el Sinaí, al estudio de los libros sagrados y a rezar a Dios para que les ayudara a mantenerse en el camino de la santidad.
A sus ojos, ellos formaban el verdadero Israel y eran sus auténticos sacerdotes. Los restantes manuscritos fueron encontrados en diez cuevas descubiertas entre 1952 y 1956. Algunos estaban debidamente enrollados, envueltos en lino y depositados en jarras de cerámica -como los procedentes de la Cueva 1-, pero la mayoría, en especial los localizados en la Cueva 4, estaban en un estado tan fragmentario que su reconstrucción exigió un trabajo ingente. Los textos hallados en las cuevas tienen un carácter muy diverso. Aparte de numerosas copias de casi todos los libros de la Biblia hebrea (que constituyen el grueso del Antiguo Testamento cristiano), tenemos una serie de reglas y textos legales con las normas por las que se deben regir los miembros de la comunidad: actividades y oraciones diarias, abluciones y purificaciones rituales, normas alimenticias y sexuales, penas y castigos... Las gentes de Qumrán debían de vivir en las cuevas cercanas o en tiendas, y utilizaban los edificios como centro de reunión o estudio.
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